Hace unos días atrás, la revista Uruguay Natural me publicó un segundo artículo referido a las aves, el primero fue sobre los picaflores de mi jardín, artículo con que comencé este blog, ahora el tema es las garzas blancas. Aquí dejo el contenido del mismo y sus correspondientes fotografías.
Desde que se despertó en mí la afición por la fotografía
de aves, hecho no lejano en el tiempo, comencé a descubrir la belleza plasmada
por la naturaleza en estos animales. La visión directa y fugaz, si bien nos
aproxima y puede satisfacernos, no nos permite deleitarnos con los detalles
espectaculares de cada especie. No resulta fácil que un ave quede mucho tiempo
expuesta como para apreciar detenidamente la textura del plumaje. Con la
fotografía podemos extendernos en la contemplación de todas y cada una de sus
partes. Podemos disfrutar de un simple chingolo o incluso de las palomas
domésticas que no solemos observar cuando cruzamos una plaza. En los detalles
está la mano de la naturaleza.
Cada vez que me detengo en una especie, creo que es la
que más me gusta y así voy pasando por todas. Siempre descubro cosas
sorprendentes que me hacen exclamar ante la imagen sea cual sea la que tenga
por delante.
Hay aves sencillas que me apasionan, y que aprendí a
descubrirlas a través la fotografía, las garzas blancas son una de ellas.
Tenemos tres que son fáciles de observar en muchos ambientes, la mayor llamada
garza blanca grande (Ardea alba), la garcita blanca chica (Egretta
thula) y la garza bueyera (Bubulcus ibis). Lo que me atrapa de ellas
es su blancura, son lienzos en los que la naturaleza ha trazado sutiles
pinceladas de colores y juegos de luces y sombras que generan una espectacular
gama de grises..
A la garza blanca grande la he podido disfrutar en una
pequeña laguna en La Palma, en el Valle del Lunarejo de Rivera, junto con la
garcita bueyera (Bubulcus ibis) y otras especies más. La garza grande
pinta un toque verde en su cara para épocas de apareamiento acompañándola de un
plumaje especial para la ocasión (egretas) que la hace extraordinaria y parece
que lo supiera ya que se pavonea en lo alto de los matorrales que surgen del
agua.
Los pichones estimulan a los padres para que
regurgiten el alimento.
Las garzas grandes eligen el mejor lugar para
anidar, el más alto y lejos de inundaciones, no tan atiborrado de congéneres ni
de otras especies, mantienen su espacio. Mientras que las garzas bueyeras
comenzaban a realizar el nido, estas ya criaban pichones. Esta fotografía
particularmente me agrada porque muestra una imagen clara de familia.
La exhibición en las garzas blancas grandes
está siempre a la orden, las egretas abanican el ambiente.
La garza bueyera pinta su cabeza, pecho y espalda con un
naranja ocráceo, su pico transita desde el rojo, pasando por el anaranjado
hasta llegar a amarillo en la punta y sus patas se tornan rojas. Tal vez de las
tres sea la que más me gusta, a pesar de su singular
cara de camorrera, supongo que ha de tenerla para sobrevivir en el mar de
garzas que abundan en un mismo lugar de apareamiento. Esta garza no es nativa
nuestra, se estima que durante el siglo XIX cruzó el Atlántico desde África.
Garza bueyera pintando su vestido de
apareamiento.
Pareja de garzas bueyeras con colores
nupciales.
El hacinamiento lleva a conflictos entre
estas dos garzas bueyeras.
No hay mucho lugar para anidar y la búsqueda
de material para confeccionar el nido hace que las aves constantemente salgan
en vuelo.
El ambiente hierve entre las garzas, es hora
de apareamiento más allá de que pintura tengan en su cuerpo.
La garcita blanca, tan común de ver en la
costa es fácil de distinguir, siempre utiliza “calzados” amarillos y su pico es
oscuro. Pero como es coqueta combina sus patas con un amarillo facial y
espectaculares ojos de igual tonalidad. En época de apareamiento viste también
un plumaje especial que le surge en la nuca, pecho y torso.
Garcita blanca mostrando su magnífico
amarillo facial.
Hábilmente la garcita blanca se para en el
lomo de un carpincho a la espera que con el movimiento de éste aparezca
algo para poder lanzarse a comer.
Garcita blanca en la costa con plumaje nupcial
al viento.
Son blancas, son sencillas, pero que
maravillosas son.
Son preciosas y las podemos disfrutar en todas partes del mundo.. Enhorabuena por las fotos y muchas gracias por tu comentario.. Saluditos desde Madrid..
ResponderEliminar